domingo, 25 de abril de 2010

Brasil, Mon amour... ¿O no era así?

Siempre que conozco a alguien interesante tengo la sensación de que no tienen absolutamente nada que ver conmigo.
El problema es que, como digo, esto me pasa SIEMPRE. La afirmación me obliga a preguntarme si yo misma coloco barreras e impedimentos donde no los hay. No es posible que no haya nadie en el mundo que esté cargado de un ritmo parecido al mío.
Y es que la melodía a veces cambia, mis notas son las que no varían.

En los últimos 2 años he conocido a unas 4 o 5 personas distintas con las que he tenido algo de "roce" y me han bastado 3 minutos para confirmar mi teoría. No tenéis nada que ver conmigo.

Soy un bicho raro, lo admito. Mis casi 27 años no se adecúan a la edad común y las responsabilidades y obligaciones minan una parte de mi vida que debería estar más activa. Ya no hay remedio, fue una decisión pasada e inamovible. La libertad a cambio de la carcel de una casa, que no es mía pero me proporciona el frío que necesito para seguir manteniéndome en modo "glacial". En modo "standby".

Conocí de manera curiosa a una persona poquito mayor que yo. Impedimento número 1, no menores de 30. Alguien que tienen posibilidad de viajar a menudo, que puede permitirse fiestas y descontroles, que dedica sus fines de semana a "salir de fiesta" y en su tiempo libre organiza viajes al fin del mundo.

En un momento me preguntó que haría yo ese mismo sábado:
- A las 14:00 después de salir del trabajo, tengo que tender un par de lavadoras, bañar a mi perra aprovechando el buen tiempo... Dar un paseo por la pinada que hay cerca de casa y tomar un poquito el sol en mi terraza con un martini en la mano. Después iré a tomar un café y veré una película en el cine. Sobre las 2 estaré durmiendo y así lentamente... llegará el domingo.
Y tú, ¿qué harás?
- Yo me voy a Córdoba a rodearme de vinitos y tapas, a emborracharme hasta el amanecer con 4 amigachos (que más bien parecen salidos de una escena madura de "High school musical", con pinta de "guays" y a los que se les arriman todas las nenas).

Y yo, me pregunto en que momento de mi vida, tomé la decisión de salir de casa de mis padres. En que momento me di cuenta de que la lavadora es mi segundo hobbie y la plancha, el tercero. En que instante valoré que pesaba más la independencia que los viajes, las fiestas y la vida social.
¿Dónde quedó eso de los polvos sucios en un coche más sucio aún?
¿Tengo casa para alojar vivarachos cuando se cansan de las borracheras a media noche?

En fin, no tenemos nada que ver.

viernes, 16 de abril de 2010

Viernes


Son geniales incluso los momentos en los que te espero nerviosa, ansiosa y desesperada acurrucada en el sofá de casa... Una intranquilidad tranquila es básicamente lo que despiertas en mi.

Llegas pronto, mucho más de lo que yo esperaba y tengo que hacer piruetas con la plancha del pelo mientras tocas el timbre. Lo curioso del asunto es que tampoco me importa demasiado si tengo que salir frente a ti con la cara lavada y el pelo arremolinao.

Apareces con traje, recién salido del trabajo y completamente repeinado. He de decir que me gusta mucho más cuando te "desmelenas". Nos abrazamos... y yo, sigo tensa. Tensión que va desapareciendo a medida que avanzan las bromas y los piques, los reproches de broma y los besos en serio.

Con el paso de las horas me doy cuenta de que soy incapaz de dejar de sonreir, eso era algo que hacía tiempo no me pasaba. Normalmente yo siempre estoy medio enfadada, o al menos con media sonrisa de esa que asusta.
Contigo es distinto, me siento libre y encerrada, me siento yo y otra persona a la vez. Tengo la seguridad de que jamás iremos más allá que el hecho de vernos esporádicamente y que me hagas feliz esos minutos pero también quiero saborear al máximo ese espacio que me brindas y de la posibilidad de lo imposible, de la ilusión de la catástrofe.

Se acabó el fin de semana, empezó el mal tiempo. Te llevaste el sol a eso de las 6 de la tarde para dejarme una semana más que gris.

Saliste de la puerta de mi casa y nos dimos un beso, yo huí a la ducha para conseguir desprenderme un poco de tu olor penetrante, de la angustiosa felicidad.

Cuando aún me enjuagaba el pelo, oí el movil sonando sin parar cerca del lavabo y el timbre de casa gritando mi nombre. Reflexioné... Y sólo podías ser tú. ¿Vendrías a decirme que te quedabas para siempre?... Tonta de mí. Abrí la puerta encharcada no se muy bien si en el sudor de la emoción o en la mascarilla para el pelo y ahí estabas, con una sonrisa en los labios... y preguntándome si era tan amable de ayudarte a cerrar el maletero de tu descapotable (...)


(Por que no cabían correctamente las maletas... Y adiós)

En fin. La vida.



Feliz fin de semana a todos :):):):):):)

sábado, 3 de abril de 2010

La primavera... la sangre altera.

Es sábado, y por lo que a mí respecta, se me acabó la semana de vacaciones. Y sí, es sábado y aún me queda un día. El domingo, el día más fatídico de la semana. Estoy ansiosa por saber apreciarlos, porque siempre los odié, igual que a los lunes, martes, miércoles y jueves.



Los domingos son aquellos días en los que me paso las horas pensando que al día siguiente es lunes, tiene gracia que desperdicie todo un santo día retorciéndome por eso.
Lo cierto es que a las 8 de la tarde, en este día de primavera, aún hace sol y disfruto en la terraza de un martini y unos cuantos cigarros, los pajaritos cantan, mi perra se caga cerca de mi pie y yo a pesar de haber dormido hasta las 12 de la mañana tengo un sueño que me caigo de espaldas, y mientras oigo a Franz Ferdinand me pregunto que hay que hacer en esta vida para no tener que levantarse un lunes a las 7:30 de la mañana. Tendría que haberme dedicado a hacer realidad el sueño de mi vida, que era tener una banda de rock. Aún no se muy bien que falló, supongo que el no tener voz ni gracia tuvo algo que ver.
Como he dormido hasta las 12 he tenido un sueño que aún a estas horas recuerdo. Soñaba que te quedabas, lo más interesante de todo es que quería que te quedaras. Recuerdo que obviaba el miedo, olvidaba las tensiones y me dejaba llevar… Al final te permitía asomar la patita por la ventana de casa. Y pensé que mejor dejar entrar una “patita” que nada…

Y que como buen perro, dormías en el tejado sin tener las 7 vidas de un gato, y que como compañía no estabas nada mal, aunque se que llorarás cuando te deje solo y que al final olvidaré darte de comer y suplicarás dando golpecitos a tu comedero de oro.
No hace mucho tiempo “asesiné” a mis pájaros. Fue un golpe duro, se congelaron de frío. Y es que yo estoy helada, y con el tiempo he olvidado a brindar calor, a coger una manta a tiempo y abandonarme a la temperatura adecuada.
Te dejaré morir, a ti y a otros tantos . . . Y es que la primavera aún no sabe ofrecerme la temperatura que necesito.