jueves, 24 de junio de 2010

Sonrisas

...Por que también a mí alguien me robó la sonrisa...


 

martes, 22 de junio de 2010

De hijos de puta y otros menesteres

¿Quién no ha puesto alguna vez un hijo de la gran puta en su vida?

Yo he puesto varios. Pero este último, vino solo... Sin querelo, deshaciéndome de él una y otra vez.
El anterior hijo de puta terminó por ser un adicto a las páginas de contactos en las que pagaba por ver fotos de otras chicas.
El que le precede, era un adicto a la cocaína pero su hijoputez fue tan buena que no me dí cuenta hasta un año después...
Y de los anteriories hijos de puta, ya no me acuerdo.

Por que los hijos de puta son muy variopintos, bastante camaleónicos diría yo.
Este en concreto venía vestido de madurito enamorado. Un año enamorado de la que escribe.
Un amor que me asustaba tremendamente y que me ofrecía practicamente desde el primer mes que se materializó en forma de hombre.
El hijo de puta se materializó, si.
Y parecía ser un hombre cansado de estar solo con tremendas ganas de casarse, tener hijos, regalar flores, hacer viajes y llorar en mi hombro una y otra vez por tener la sensación constante de perderme.

Un hijo de puta, que se pasaba el día mándando sms, e-mails o cualquier contacto vía telefónica, telemática o su puta madre. El mismo hijo de puta al que he rechazado una y otra vez, con el que yo no quería ningún tipo de compromiso y del que he tenido que soportar un supuesto sufrimiento por toda mi frialdad hacia el.

En el día de hoy, he recibido un trillón de e-mails de la novia del hijo de puta, y es que, el hijo de puta salía con alguien desde hacía 3 años. Una novia enamorada que me advierte de lo hijo de puta que es su novio y que me cuenta como en su tercer aniversario no hubo un sólo beso de felicitación, una tía que se lamenta por que el día de mi cumpleaños yo sí recibí mi regalo. Una absurda gilipollas que aguanta al hijo de puta aún sabiendo que se acostaba conmigo.

No le he podido partir la cara, por que el hijo de puta ha dejado de dar señales de vida en el mismo momento en el que le he mencionado el nombre de su "novia". Pero con ganas me quedo.

Lo dicho, un hijo de puta y una tonta... amor de por vida. ¡Qué os dure! Pero dejadme en paz o me voy a poner a repartir hostias a diestro y siniesto. ¿ok?

No me toquéis las narices.

jueves, 17 de junio de 2010

El chico de la rosa


Soy idiota.

Si, lo he sido siempre, no es una revelación sorprendente.

El caso es que suelo quejarme a menudo del surtido de hombres que rodean mi mundo. Aquellos que desaparecen más rapido que la alegría de la aficción española en el mundial. Esos hombres a los que insulto por que sólo buscan unas tetas contra las que frotarse.

Hace unas semanas cumplí 27 años, me fuí cuatro días fuera para celebrarlo. El viaje no tenía otro fin que salir por ahí, volver con 4 kilos de más y olvidarme un poco de la vida cotidiana que no es que me conforte mucho.

Una noche, bailando "Grease" en una pub (si, aún hay sitios que no se olvidan de las canciones míticas), crucé un par de miradas con un chico con bastante gracia, una perilla y los oyuelos más simpáticos que había visto en mi vida.
Nos acercamos un par de veces y bailamos "juntos" aunque no revueltos.
Al cabo de unos minutos, vino con una rosa en la mano. No usó ninguna frase tipo "una rosa para otra rosa" ni nada por el estilo. Sólo me la dió y me sonrió. Hablamos un poco y seguimos nuestro camino.
Al mismo tiempo mis amigas hablaban con un grupo de chicos de esos catalogables en el grupo de "tíos buenos" y con los que yo no había cruzado palabra.

Querían cambiar de bar, así que me acerqué al chico de la rosa y le dije donde íbamos a estar. Lo cierto es que parecía "diferente", quizá fue una gran ilusión óptica, pero realmente parecía que merecía la pena dedicarle algunos minutos más.
Me lo encontré rato más tarde en "El Granero".
Hablamos... Nos hicimos unas fotos y poco más. Sólo me miraba.
Le dije que tenía que ir al baño y el me dijo que iba a ver como estaban sus amigos. Nos perdimos por un instante cuando yo volví de vaciar la vegija (cosa que hago muy a menudo).

Sabía que estaba por ahí... Pero al final, terminé en los brazos de uno de los "tíos buenos" con los que íba el resto del grupo. Un especímen de los antes mencionados, con el único objetivo de mostrarme sus tatuajes y abdominales en un baño público o con suerte en una habitación de hotel.

Y es que, al final... siempre es lo mismo: Soy idiota.


Pd: Si alguien sabe de un chico, que regaló una rosa a una chica que cumplía 27 años y a la que después vió morreandose con un fornido gilipollas que le dé mis señas. Gracias.

¡Feliz jueves!