jueves, 4 de septiembre de 2008

Nube

Nunca había tenido una familia excesivamente cariñosa. Lo normal, supongo. Cuando vivía en casa pasaban los días y apenas veía a mi padre que se encerraba horas y horas en su oficina. Mi madre tenía bastante con su trabajo de analista de laboratorio y con las tareas domésticas cuando finalizaba la jornada laboral. Tenía una hermana bastante mas joven que yo con la que no me llevaba demasiado bien a pesar de quererla a morir. “Morir”, cuánto miedo he tenido siempre a la muerte.

Conocí a mi novio hace un año en un chat, los dos acabábamos de salir de relaciones largas y algo tormentosas y nos unimos muy rápido a pesar de luchar fervientemente por dar pasitos cortos para no caernos. Nuestra relación no era especialmente un camino de rosas, nos queríamos si, pero no terminábamos de encajar. El apenas se preocupaba por mi, y no era un icono del romanticismo precisamente. Tampoco el sexo era especialmente asombroso y yo por alguna extraña razón me sentía sin ganas de desnudarme para el tan a menudo como le hubiera gustado.
Sentimentalmente hablando nunca me había ido demasiado bien pero no me preocupaba en exceso pues llevaba grabado a fuego y cumplía a “rajatabla” eso de “mejor sola, que mal acompañada”.


Un día, de repente las cosas empezaron a cambiar, mi novio decidió venir a vivir conmigo, era una idea que nunca le había hecho gracia, incluso se convirtió en un tema tabú en nuestra relación por que realmente yo sabía que a el no le apetecía lo mas mínimo. Mi madre me empezó a llamar al móvil a diario, me suplicaba que fuera a comer a casa más a menudo y me decía que me echaba de menos. Mi padre buscaba planes para toda la familia y mi novio me hacía el amor de la manera mas tierna que se pudiera imaginar.
Me sentía inmensamente feliz, mi vida había dado un giro de 180 grados.
Un día al llegar a casa de mis padres para disfrutar de un magnifico asado de pollo y nueces que mi madre había preparado en exclusiva para mí, oí hablar a mi padre con alguien por teléfono: ¿Cuánto? Decía mi padre, y luego se volvía a oír: ¿menos de un año? ¿Qué coño me está diciendo, que mi hija se muere ya?, ¡no fue eso lo que nos dijo en la última revisión! ¡Dijeron que el tumor fue extraído por completo! …

Me quedé blanca, me escondí en mi antigua habitación para ordenar las palabras que acababa de oír y así encontrar una explicación lógica a todos esos gritos de mi padre.
Hacía 3 meses que me habían extirpado un tumor (benigno, eso me dijeron… ¡Cabrones!)

Coño, me estaba muriendo. Joder, ¿menos de un año? Qué hijos de puta, con razón me trataban tan bien… Claro, como me muero ya no soy insoportable, ya no soy desordenada y mis brotes de mala hostia son totalmente llevaderos e incluso graciosos.
Estaba tan enfadada que solo quería pegar patadas a diestro y siniestro, romperle los dientes a mi padre y cagarme bien alto en toda mi familia, así, en general. Solo pude llorar…


No se cuando fue que pasó todo esto, ahora no tengo que respirar ni recordar, soy una nube. Me paso el día sintiendo como el viento me roza lo que yo recuerdo eran mejillas.

Ya no importa, de todos modos se, que aunque mullida y esponjosa, sigo siendo igual de insoportable.


Laura

3 comentarios:

supersalvajuan dijo...

Todo por el pollo con nueces

Eco dijo...

Si fuera verdad que después de esta vida nos espera una eternidad formando parte de algo más...

Un saludo.

Maik Pimienta dijo...

Cambio radical al convertirse en una nube...que no tienen tumores, y si los tienen, los lloran y listo. La prefiero pisando tierra entre los suyos, aún mimada por las circunstancias. Te quiero HEIYMA.