T r e i n t a y t r e s ... 33 años de sufrimiento.
O eso se decía el mismo.
Cuando tenía 3 años sus padres se separaron. El no entendía muy bien por que un día dejo de ver a su padre y con los años entendió que para seguir con cordura, el tuvo que abandonar su casa y a su hijo.
Su madre tenía diagnosticado un trastorno bipolar y un cuadro esquizofrénico que no posibilitaba ni siquiera la ínfima idea de aguantarla un par de meses.
Pasaba noches y noches solo mientras veía como su madre salía de fiesta y se bebía hasta el agua de los floreros.
Tiene recuerdos de un carmin rojo sumido en unos labios de furcia reflejados en la cara de la que en su día lo había amamantado.
Oye una y otra vez esa voz de puta que le decia: "No te preocupes, mami te quiere" y seguidamente se oía el portazo al que le faltaba al menos un beso de despedida.
Tuvo una infancia horrible, siempre estuvo solo. Acompañado de una mujer que se hería así misma y que se paseaba por casa en unas bragas sucias día si, día también.
A pesar de todo, la infancia es inocente y no empezó a odiarla hasta bien entrados los 17 años. Su único pensamiento a lo largo del día era que cuando llegara a casa se hubiera pasado con las pastillas y no llegara a tiempo para el lavado de estómago.
A menudo se entretenía por el camino más de lo necesario, por si acaso.
Logró terminar el instituto, aún nadie sabe como.
Y conoció a Eva.
Deslumbrante...
Adicta al sexo. Que, por cierto, descubrió a muy temprana edad con un amigo vivaracho de su padre.
Siempre estaban juntos. Siempre estaban follando. Siempre en constante sensación de euforia.
Cuando el cumplió 18 años empezó a trabajar y con el primer sueldo alquiló un piso.
Le dió un beso a su madre y mientras salía por la puerta le sacó un dedo y pensó "que te jodan, puta. No voy a volver aquí en la vida".
Empezó una nueva vida con Eva.
Y así pasaron 12 años. En los que supo de su madre en 3 ocasiones contadas, 2 de ellas fueron aquellas en las que tuvo que ir a recogerla a urgencias por haber mezclado su medicación con whisky, ya que aunque parezca mentira, os aseguro que está contraindicado.
Un día al volver a casa, un poco antes de lo normal, se encontró con unas medias y unas bragas rojas tiradas en medio del salón.
Escuchó jadeos.
Oyó aullidos.
Y a Eva comiéndose una manzana. Otra manzana, por supuesto.
Adán sólo consiguió ver unos labios corridos color rojo furcia. Y una frase que se repetía: "No te preocupes Adán, yo te quiero".
Eva se quedó con la casa y el perro. Él perdió su trabajo a los pocos días.
...Y tocó el timbre. -Hola Adan, has vuelto con mami. Pensaba que te había perdido.
Y Adán llorando, sin un duro y sin alma vuelve a la casa en la que tantos días se encontró solo.
Vuelve a recordar el rojo. Siempre el veneno de unos labios rojos.
Y se pregunta: ¿Dónde cojones está el paraiso?
4 comentarios:
El paraíso es como el infierno, una cosa muy personal.
No se cuál es la intención del escrito pero me parece magnífico, de verdad, muy bueno.
Un beso.
no hay más paraiso que la piel, eso es seguro
vino y besos
Me encanta tu escrito. Unos adan y eva en periodo de crisis existencialista y financiaera, capaz de llevar al niño/hombre de vuelta a su madre
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